Calentura en el taxi. 2ª Parte. Relatos porno gay gratis.

Por si no os acordáis de dónde dejé mi historia en el anterior relato, os hago un pequeño resumen.

Me fui de marcha con mis amigos y conocí a un chico guapo y espectacular, llamado Raúl, que me ponía el cuerpo a mil por hora solo con mirarlo.

Nos fuimos a su casa a follar y por el camino nos metimos en un portal abierto para darnos el lote. Nos enrollamos y tocamos sin quitarnos la ropa, pero Raúl me pareció demasiado pudoroso para tener sexo en un lugar público así que salimos para coger un taxi.

Sin embargo, en el taxi me demostró que su pudor era solo una fachada, y que era el chico más morboso y atrevido que había conocido en mi vida.

Aquí vuelvo a comenzar la historia.

Entramos los dos al taxi que nos iba a llevar a su casa. Raúl le dijo al taxista su dirección.

Yo conocía la zona donde vivía. Estaba a unos 10 minutos de distancia en coche.

Raúl y yo nos sentamos en el asiento de atrás.

Yo me senté justo detrás del asiento del conductor y Raúl se sentó justo a mi lado.

No estaba detrás del asiento del copiloto, sino que estaba en el asiento central del coche, muy cerca de mí, pero sin rozarme.

No hablamos durante todo el trayecto.

Éramos dos chicos que se acababan de conocer en la barra de un bar, así que no teníamos conversación.

Lo único que queríamos era llegar cuanto antes a su casa para besarnos, desnudarnos, acariciarnos todo el cuerpo y follar.

El conductor estaba centrado en su trabajo y no se preocupaba mucho de mirar por el espejo retrovisor.

Desde mi posición podía ver los ojos del conductor, y solo miraba muy de vez en cuando para controlar el tráfico.

Yo estaba tan caliente que me habría abalanzado sobre Raúl allí mismo, en el asiento trasero de ese taxi, y le habría cogido la polla con la boca sin preocuparme del taxista.

Además, me había tomado varias copas e iba un poco borracho, por lo que mi deseo estaba más acentuado y el calentón que tenía era de escándalo.

Sin embargo, soy una persona prudente y decidí tomarme con calma el viaje y esperar a que llegáramos a su casa, y entonces sí que le desnudaría y me lo follaría sin pensarlo dos veces.

Pero Raúl no era como yo pensaba.

Al hacerme salir tan rápido del portal donde nos habíamos magreado pensaba que era un chico precavido y pudoroso.

Pero me equivoqué.

Cuando el taxi llegó al primer semáforo y nos paramos, yo note una mano que se había posado en mi entrepierna.

Miré hacia delante por si el taxista hacía algún gesto raro, pero seguía a lo suyo.

Miré hacia mi derecha lentamente y pude ver como Raúl, con una mirada entre pícara y lasciva, no le quitaba ojo al espejo retrovisor, pero mientras, había levantado su mano izquierda lentamente y la había depositado sobre mi paquete.

Raúl empezó a acariciar mi paquete por encima del pantalón, muy lentamente, muy suavemente.

Los movimientos los llevaba a cabo con su antebrazo. Su brazo izquierdo todavía estaba pegado a su cuerpo. No había ninguna forma de que el conductor se diese cuenta de lo que estaba haciendo. Y mucho menos podría verlo ya que mi entrepierna queda justo detrás de su asiento.

Poco a poco Raúl subió la mano hasta mi barriga, pero se quedó justo sobre la hebilla de mi correa. Desabrochó la correa demostrando una precisión sobrehumana con su mano izquierda, y sin hacer ningún ruido metió la mano por dentro de mi pantalón.

En ese momento yo pegué un respingo.

No me atrevía a mirarme la entrepierna, pero notaba todo lo que Raúl me estaba haciendo, y cuando metió la mano por dentro del pantalón también había entrado por dentro del calzoncillo, así que Raúl me estaba tocando la polla.

Por si no fuera suficiente con mi calentura previa, lo que me estaba haciendo mi compañero de viaje me excitó todavía más, hasta el extremo que mi polla estaba tan dura que apretaba el pantalón tanto que parecía que lo iba a reventar.

Raúl, con una habilidad loable, cogió mi polla con su mano izquierda y empezó a masturbarme lentamente moviéndola arriba y abajo, con movimientos muy suaves y restringidos claro, ya que mi polla estaba todavía apretada por el calzoncillo y por el pantalón.

En ese momento me puse muy nervioso.

Mi excitación estaba llegando a extremos inimaginables. Un chico que acababa de conocer me estaba haciendo una paja, sentados los dos en el asiento trasero de un taxi. Y el taxista no se había dado ni cuenta.

Mi nerviosismo vino más por el hecho de que nos podían pillar que por la excitación en sí.

Entonces me di cuenta de que estaba más cachondo de la cuenta, y era por el hecho de que estuvieran masturbando en público.

¿Es que me excitaba la idea de practicar sexo en público?

Pero a la vez me preocupó. ¿Qué pasaría si nos pillaban?

Raúl siguió frotando y masturbando mi polla. La agarraba bien fuerte mientras me la sacudía arriba y abajo dentro del pantalón, y al mismo tiempo con el dedo pulgar me estaba acariciando los huevos.

Estaba tan excitado que iba a correrme allí mismo.

Me removí inquieto en el asiento. Cerré las piernas apretándolas.

Raúl se dio cuenta de que su paja estaba teniendo unos efectos muy rápidos e intensos. Se giró y me miró con una carita de complicidad mezclada con lujuria.

Yo no sabía cuánto faltaba para llegar a su casa. Ya había perdido la noción del tiempo. Pero Raúl parecía que sí que controlaba ese tema.

Y también controlaba mi polla, mi excitación y el resto de mi cuerpo.

Estaba a punto de correrme. Un leve temblor en las piernas me avisó de un próximo orgasmo.

Miré a Raúl y le hice un gesto con la cabeza.

Pero Raúl me sonrió y no paró. Siguió con su masturbación.

Y entonces sin darme cuenta me corrí. Ráfagas de placer me recorrieron desde mi polla hasta los dedos de las manos y los pies. Apretaba las piernas tan fuerte que podría haber roto el pantalón.

Un chorro de semen salió de mi polla y manchó mi calzoncillo y la mano de Raúl.



Raúl estuvo a punto de soltar una carcajada. Yo estaba intentando no moverme, pero me resultaba muy complicado. Miré al taxista, que parecía que seguía sin darse cuenta de nada.

Y entonces el taxi paró delante de un edificio blanco.

Raúl sacó su mano de mi pantalón con un movimiento rápido y suave. Su mano estaba pringosa. Se sacó un paquete de pañuelos de papel del bolsillo, se sonó los mocos y disimuladamente se limpió mi semen con el pañuelo.

Yo me arreglé la correa como pude, pero no atinaba a abrochármela.

Raúl le pagó al taxista y salimos los dos del coche.

Al salir me di cuenta de que tenía una mancha en la bragueta del pantalón.

El taxista se despidió con un gesto. No se había dado cuenta de nada. ¿O tal vez sí?

Las piernas me temblaban ligeramente. Me suele pasar después de un buen orgasmo.

Raúl me miraba con expresión divertida. Entonces me dijo

– ¿Crees que te podrás recuperar para volver a empezar otra vez?

Yo solo pude asentir con la cabeza, mientras él me miraba y seguía sonriendo.

Entonces subimos a su casa, nos desnudamos, y mientras que mi polla se recuperaba le recorrí todo el cuerpo con la lengua y le hice una mamada tan larga que cuando se corrió su semen salió con un chorro que casi llegó al techo.

Después de correrse Raúl, y como mi polla ya estaba otra vez en plenas condiciones, me lo follé de una forma tan salvaje que despertamos a todos sus vecinos.

Yo me corrí dentro de su culo, con un condón por supuesto, y él se volvió a correr a la vez que lo hacía yo, ya que lo había estado masturbando con mi mano derecha mientras me lo follaba.

Fue una gran noche aquella.

Nos corrimos dos veces cada uno.

Y todo empezó en un taxi.

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