Un día de playa. Relatos eróticos gay.

Me encanta la playa.

Soy el típico que llega y se tumba en la toalla y se pone en modo hibernación a tomar el sol, casi sin ni siquiera ir a bañarse.

Me gusta mucho estar tumbado en la arena, cerca de la orilla, sintiendo la brisa marina.

Y por supuesto achicharrarme de calor, pero siempre por una buena causa: un bonito tono de piel bronceada.

Pero lo que más me gusta de la playa es la cantidad de tíos buenos que van a hacer lo mismo que yo.

Es por eso por lo que suelo ir a una playa nudista.

Y es que, ya que voy a ver cuerpos morenos, prefiero verlos al completo sin la censura del bañador.

Uno de mis mejores días de playa fue hace muy poco.

Llegué después de comer, como siempre, ya que prefiero ir por la tarde, y coloqué mi toalla a unos tres metros de la orilla.

Me desnudé por completo, me puse crema para no quemarme el cuerpo y me acosté boca arriba.

Suelo hacer nudismo porque no me gustan las marcas del bañador, y por eso voy a una playa nudista.

Sin embargo, he de reconocer que tengo un pequeño fetiche que podría resultar contradictorio.

Me excita sobremanera ver a otro hombre desnudo y bronceado, pero con una marca del bañador completamente definida.

Esos culos blancos de los que parten piernas y torsos morenos me ponen a mil, no puedo remediarlo.

Y eso es lo curioso: no me gusta tener una marca del bañador, pero cuando veo un hombre que la tiene es que me entran ganas de follármelo inmediatamente.

Volviendo a mi excitante día de playa.

Después de estar un rato tumbado boca arriba me di la vuelta para que el sol me tostase mi musculoso culo.

Y fue entonces cuando me fijé en que, a mi lado, a unos dos metros, acababa de instalarse un chico guapísimo.

Era rubio y con los ojos azules, y no tenía un solo pelo en su cuerpo. Estaba lo suficientemente moreno para delatar que no era extranjero, pero era tan rubio como un dios griego.

Y su cuerpo me recordaba al David de Miguel Ángel.

A pesar de estar en una playa nudista el chico llevaba el bañador puesto.

Era un bañador tipo slip, que le marcaba un paquete impresionante. El culo no se lo pude ver porque estaba sentado en la toalla.

Cuando el chico acabó de dejar las cosas y empezó a ponerse crema, entonces fue cuando casi me atraganto.

Se quitó el bañador y dejó a la vista una polla impresionantemente gorda, con los huevos más grandes que había visto en mi vida, un culo redondo y tan definidamente musculoso como el de John Nieve de Juego de Tronos, y lo que me hizo casi perder el sentido: tenía marca del bañador.

Se trataba de una marca de bañador de las que me ponían cachondo. Una raya perfectamente definida entre la piel completamente blanca del culo, caderas y pubis, que resaltaba el resto del cuerpo que estaba perfectamente bronceado.

Se notaba que era la primera vez que se quitaba el bañador para tomar el sol en todo el verano.

Quizá fuera la primera vez que se lo quitaba en toda su vida.

Y había elegido esa playa, y ese día, y esa hora.

Y me había elegido a mí como un testigo privilegiado de tal acontecimiento.

Yo no podía apartar la vista de aquel bello adonis, y cuando reaccioné y dejé de mirarlo ya era tarde porque se había dado cuenta.

Fue entonces cuando él me miró a mí y sonrió.

Su sonrisa cómplice estaba acompañada de un gesto de aceptación.

No le parecía mal que le estuviera mirando.

De hecho, él también me estaba mirando a mí.

Cuando me di cuenta de eso me quedé mucho más tranquilo, ya que no es agradable que te tomen por un mirón de playa.

Y entonces fue cuando noté que mi polla había ido por libre y se había puesto completamente dura.

Como estaba boca abajo nadie se podría haber dado cuenta, pero la punta de mi polla había conseguido asomar por debajo de mi cadera derecha, y se notaba perfectamente que estaba empalmado.

Solo alguien que estuviera suficientemente cerca se habría dado cuenta de eso.

Y el chico estaba cerca, y en el lado correcto, así que vio perfectamente mi polla empalmada sobresaliendo ligeramente por debajo de mi cuerpo.

Su reacción fue inmediata.

Soltó una breve risa y se levantó y se acercó a mí.

Al verlo desnudo y de pie, con ese pedazo de aparato colgando, tuve que mirar hacia abajo porque mi polla estaba a punto de reventar.

Cuando llegó a mi lado se puso en cuclillas y me dijo:

  • Hola, me llamo Iván.

Yo tragué saliva y le contesté como pude.

  • Buenas. Yo me llamo Jose.
  • Es la primera vez que vengo a esta playa y la primera vez que hago nudismo – me dijo con su perenne sonrisa en la cara.
  • Yo suelo venir a menudo – le contesté.

La confianza en mí mismo comenzó a crecer y volver a sus valores normales.

Era evidente que el chico estaba flirteando conmigo, porque nadie se acerca de esa forma a otro que te ha clavado los ojos como si te follara con la mirada, si no quiere precisamente eso mismo.



Sin embargo, no tuve que atacar al chico ni intentar ligar con él, porque él fue mucho más rápido que yo.

Me dijo:

  • Me he dado cuenta de que no me quitas ojo de encima. Y por lo dura que tienes la polla creo que te gusto. Tu también me gustas y la verdad es que ahora mismo me apetece echar un polvo mucho más que estar aquí tomando el sol.

La verdad es que al escuchar estas palabras me quedé bastante sorprendido.

Soy guapo y estoy bastante bueno, pero lo de ligar en la playa es algo que no me suele pasar, y menos de forma tan drástica.

Sin embargo, yo estaba tan caliente que no iba a atender a razones por mucho más tiempo. Así que le dije:

  • Estoy muy caliente y no es por el sol. Me gustaría follar contigo dónde y cómo quieras. Si prefieres podemos ir a mi casa, pero tardaremos mucho. Aquí detrás hay unas dunas arboladas donde se suele hacer cruising.

Su respuesta no me sorprendió lo más mínimo:

  • Quiero follar aquí y ahora. Si nos vamos se me pasará el calentón. Vamos a recoger las cosas y nos vamos a las dunas.

Fue dicho y hecho.

Iván se levantó y recogió su toalla, su ropa y sus cosas.

Yo me enrollé la toalla a la cintura para disimular mi erección, intentando plegar la polla hacia arriba para que quedara pegada a mi cuerpo.

Como lo de disimular la polla tiesa era bastante complicado opté por colgarme al hombro mi bolsa de playa e intentar que quedara tapando mi erección.

No tardamos casi nada en recogerlo todo. Íbamos los dos muy calientes.

Fuimos andando hacia la zona de dunas. No había mucha gente en la playa, pero los que había nos miraban sabiendo perfectamente dónde íbamos y para qué.

Y lo mejor era la envidia que se reflejaba en sus rostros.

Después de andar durante unos quince minutos, encontramos un espacio lo suficientemente íntimo en una explanada entre pinos.

Los arbustos nos protegían de las miradas indiscretas.

Y ya no pude más.

Dejé caer todo al suelo y agarré a Iván por el culo, tirando de él y pegando su cuerpo al mío.

Acerqué mi boca a la suya y le di un beso.

Mi lengua comenzó a juguetear con la suya mientras con las manos le acariciaba el trasero.

Estaba tan duro y eran tan redondo como un melocotón, y tenía también su tacto.

Aunque desde lejos me había parecido un chico sin pelo en el cuerpo, estaba comprobando con las manos que tenía una ligera pelusilla que era inapreciable, porque sería del mismo color rubio de su pelo.

Después de pasar varios minutos besándonos, al fin uno de los dos se animó a hincar la rodilla, y ese fui yo.

Tenía ganas de tener en la boca esa polla desde que la había visto.

Me agaché poco a poco besando su pecho y pasando mi lengua por sus pezones y su barriga.

Cuando llegué a su polla lo primero que hice fue cogerla con mi mano derecha, mientras sujetaba sus huevos con la mano izquierda.

Era la polla más bonita y gorda que había visto en mi vida.

Con nuestros juegos previos su polla ya estaba casi dura del todo, así que me la metí en la boca inmediatamente, para no perder ni un minuto más.

No puedo recordar cuanto tiempo estuve comiéndome aquella jugosa polla.

Solo tengo destellos de que de vez en cuando me la sacaba de la boca y agachaba la cabeza para lamerle los huevos.

Intenté metérmelos en la boca, pero no me cabían los dos a la vez, así que simplemente optaba por pasar la lengua por ellos, uno a uno, mientras que con mi mano derecha le metía el dedo índice por el agujero del culo.

Iván gemía y gemía de placer hasta que me dijo casi susurrando.

  • Estoy a punto de correrme. Si me dejas que me corra en tu boca te dejo que me folles el culo.

Yo no podía creerme lo que estaba oyendo.

Por supuesto que Iván iba a terminar en mi boca.

De hecho, yo deseaba que se corriera en mi boca.

Y además como premio a algo que yo iba a hacer de todas formas, iba a meter mi polla dura como una rama en ese pedazo de culo duro, redondo y blanquito.

Iván no tardó en correrse.

Estaba tan excitado que cuando se corrió sentí un chorro de leche que golpeó el fondo de mi garganta. Sus gemidos de placer se estarían escuchando casi desde la playa.

Yo sé hacer mamadas muy bien, y la que le hice a este chico entra dentro de mi top 5.

Creo que nunca me había comido una polla tan a gusto, pero es que esta polla merecía la pena.

Cuando hube exprimido todo lo que Iván tenía que soltar, me saqué su polla de la boca y escupí su semen.

No me lo suelo tragar, así que si se trata de desconocidos menos todavía.

A Iván le temblaban las piernas y tenía la cara desencajada. Se notaba que había tenido un orgasmo muy intenso.

Poco a poco recuperó la sonrisa y el habla, ya que el resuello se había adueñado de su respiración tras el orgasmo.

Y entonces simplemente se dio la vuelta y se apoyó contra un árbol. No hizo falta que dijera nada más.

Cuando vi frente a mí ese culo blanco tan perfecto no sabía si comérmelo o follármelo.

Entonces decidí que iba a hacer las dos cosas.

Me volví a agachar y le abrí las dos nalgas, encontrando un agujerito perfecto y completamente limpio.

Le metí la lengua por el ojete, abriéndolo poco a poco con mis dedos, mientras que Iván volvía a gemir de placer.

Yo cada vez estaba más y más cachondo. Sentía mi polla a punto de reventar.

  • ¿Tienes un condón? – Le pregunté.
  • – Métemela sin condón – Me dijo casi sin poder respirar.

Y entonces lo hice.

Le lubriqué el culo como pude con mi saliva y le metí poco a poco mi polla.

Mi polla no era tan gorda como la suya, pero aun así está bien de tamaño.

Poco a poco comencé a follármelo muy suavemente.

Sacaba y metía la polla de su culo, sintiendo como pequeñas descargas de placer recorrían mis piernas.

Iván comenzó a gemir de nuevo.

Me di cuenta de que su polla estaba dura otra vez, así que la cogí con mi mano derecha.

Me agaché sobre él y le pasé la lengua por la nuca mientras me lo follaba.

Fue una follada salvaje, bestial.

Cuando yo paraba, Iván movía el culo hacia atrás buscando mi polla.

Le estaba encantando que me lo follara.



Yo estaba gozando enormemente. No quería que terminara nunca.

Para que el tiempo corriera más despacio me lo follaba muy lentamente.

Quería aprovechar todo el tiempo que pudiera tener mi polla dentro de ese maravilloso culito blanco.

Pero llegó un momento en el que ya no pude controlar mi cuerpo.

Estaba tan excitado que tenía que reventar por algún lado.

Mis embestidas se hicieron más rápidas y fuertes. Estaba a punto de correrme.

Iván se dio cuenta y se cogió su polla con la mano derecha y comenzó a masturbarse él mismo.

Yo ya no podía pensar. No me llegaba sangre a la cabeza.

El éxtasis de un placer extremo invadía mi cuerpo poco a poco, comenzando desde la punta de los pies y acabando en los pelos de mi cabeza.

Y entonces llegó el orgasmo.

Una explosión de placer me poseyó desplazando todo pensamiento que pudiera quedar en mi mente, mientras que pequeños escalofríos recorrían mis extremidades.

Mi semen salió disparado dentro de su culo, mientras que yo seguía empujando hacia dentro mi polla con movimientos casi espasmódicos.

Fue un orgasmo que recordé durante mucho tiempo.

Y es que fue tan enorme y bestial que durante unos segundos creí encontrarme en otro mundo, en otro lugar, en otro planeta.

Cuando la conciencia regresó a mi cuerpo me di cuenta de que Iván se había vuelto a correr.

Un chorro de leche había salido de su polla otra vez, y aunque esta vez no la había recogido mi boca, todavía la podía ver resbalando hacia abajo por el tronco del árbol.

Poco a poco saqué la polla del culo de Iván, mientras que ambos recuperábamos el aliento.

Nos tuvimos que sentar en el suelo, porque nos temblaban las piernas demasiado.

Después de un rato en el que ninguno de los dos pudo decir ni una palabra, nos levantamos y nos limpiamos un poco.

Cuando terminamos volvimos a la playa y colocamos las toallas una al lado de la otra, y estuvimos tomando el sol y charlando amigablemente.

Iván se fue sin darme su teléfono.

Nunca más lo volví a ver, pero nunca lo voy a olvidar.

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