No puedo dejar de pensar que la sociedad cada día está más enferma.
Hemos estado evolucionando en los últimos años hacia un modelo de tolerancia y aceptación que parece haber llegado a un pico, como si de una campana de Gauss se tratase.
Ahora nos encontramos en la fase de bajada.
En realidad nos enfrentamos cara a cara con un proceso involutivo en el que quizá todos tenemos parte de culpa.
Las libertades que se han conseguido en los últimos años han ayudado a que las personas crean que se merecen las cosas sin tener que luchar por ellas.
Es por eso que al tenerlo todo tan sencillo y al alcance de toda mano, cualquiera se cree merecedor de poseer unos derechos autoimpuestos que ni siquiera se ha planteado pensar si se merece.
Y la facilidad de conseguir los merecidos bienes llega con la impostura del miedo de que nuestros vecinos nos los quiten.
Pero sobre todo lo que más daño hace es la superioridad moral.
Esa superioridad que llega del hecho de no haberse esforzado sino que todo nos ha llegado con la ley del mínimo esfuerzo, y por eso siempre queremos más y más.
Y al poder conseguir todo lo que queremos de una forma tan sencilla y rápida, nos sentimos merecedores de los bienes adquiridos a un nivel superior, casi divino.
Además del hecho de creer que nosotros nos los merecemos mucho más que nuestros vecinos.
Y es por eso que nos sentimos moralmente superiores a ellos.
Por lo que tendemos a creer que nuestra forma de pensar es más correcta y adecuada que la de los demás.
Cambiamos nuestras creencias en función de los bienes materiales o espirituales que nos interesan o que nos transmite una corriente controladora más fuerte que nuestra voluntad.
Y gracias a eso nos volvemos implacables e intolerables con el prójimo.
La homofobia nace de la superioridad moral.
La explicación es muy sencilla: si yo soy perfecto como soy porque es como debo ser ya que es lo que me han dicho, entonces tú que eres distinto eres un símbolo de perversión, y como tal debo humillarte, perseguirte o castigarte.
Las nuevas maneras de entender el mundo solo consiguen propiciar estos comportamientos.
Si volviéramos a las cavernas todo sería mucho más fácil.