Mi primera vez. Relato erótico gay.

Anoche quedé con un chico que conocí en grindr.

Fue muy directo y muy sencillo.

Él quería follar y yo estaba tan caliente como siempre, así que vino a mi casa y follamos.

No puse mucho impedimento a que me metiera la polla por el culo. Me encanta que me follen casi tanto como follar yo.

Después de un rato chupándonos las pollas yo me di la vuelta y él me la metió hasta que se corrió dentro de mí.

Yo me corrí muy poco después, en su boca.

Sin embargo, lo más sorprendente de todo esto fue que cuando eyaculaba me vino a la cabeza un recuerdo de mi primera experiencia sexual con otro chico.

Creo que es porque este chico me recordaba al que me desvirgó.

Y por eso, os voy a contar detalladamente mi primera vez.

Os voy a explicar la noche que me desvirgaron y cómo fue.

Ya os adelanto que fue increíble y que tuve un orgasmo inolvidable.

Yo tenía diecisiete años y acababa de descubrir que no me excitaban las mujeres sino los hombres.

Estaba veraneando en un pueblo de la costa alicantina con mi familia. Era un caluroso mes de agosto.

Un día en la playa me fijé en un chico que estaba tumbado solo en una toalla a unos metros de mí.

Era moreno, con el pelo corto. Tendría mi edad más o menos y sus músculos estaban tan marcados como los de una estatua griega.

No podía dejar de mirarlo.

En un momento dado, él se dio cuenta de mi fijación, me devolvió la mirada y me dedicó una sonrisa picarona.

Y entonces pasó lo que tenía que pasar. Mi polla cobró vida propia y comenzó a levantarse.

En una playa y con la única vestimenta de un bañador apretado tipo slip, no podía disimular mi erección, así que me levanté de inmediato y tapándome como pude la parte delantera del bañador me fui corriendo al agua.

Estuve en remojo varios minutos hasta que noté que alguien estaba detrás de mí.

Me volví repentinamente y vi que el chico guapo y musculoso me había seguido hasta el agua. Estaba tan bueno que mi polla volvió a subir otra vez, y también se me subieron los colores a las mejillas.

El chico se dio cuenta de mi turbación y aprovechó mi timidez para presentarse. Se llamaba Miguel.

Poco a poco entablamos conversación y quedamos para tomar algo por la tarde en su casa. Estaba pasando unos días con su madre.

Esa misma tarde fui a su casa.

No sabía lo que iba a pasar en su casa, pero yo quería acostarme con él. No había tenido sexo todavía y ya era hora de dejar de ser virgen.

Cuando llegué a casa de Miguel me abrió la puerta en calzoncillos.

Me puso la excusa de que hacía mucho calor en la casa y que así iba más cómodo. Ahí fue cuando me di cuenta de que él también quería follar conmigo.

Me dijo que su madre no estaba y no volvería hasta la mañana siguiente, ya que había ido a visitar a un familiar.

Yo no podía apartar la mirada del bulto de sus calzoncillos, y él se dio cuenta.

Miguel se acercó a mí y me besó.

Su beso fue el más dulce regalo que había recibido nunca. Su lengua jugueteó con mis labios y con mi lengua de forma que mis piernas temblaban de la emoción.

Consecuentemente, mi pene comenzó a coger fuerza debajo del pantalón.

Mi miembro viril se convirtió en un misil rígido que se trasladó a la pista de despegue, esperando la orden para ser lanzado.

Miguel me metió la mano en el calzoncillo, entre el pantalón y mi barriga. Me agarró la polla y estuvo jugueteando con ella durante varios minutos.

Mientras tanto nuestras bocas seguían entrelazas y nuestras lenguas se fundían en una sola.

Mis manos recorrían de forma ansiosa su espalda, su culo, su paquete. Me estaba excitando tanto solo con acariciar su perfecto cuerpo que creí que iba a estallar de placer.

De repente Miguel sacó su mano de mi paquete y se separó de mí.

Mirándome a los ojos volvió a poner esa sonrisa picarona y me dijo:

  • Vamos a ir un poco más despacio. Tenemos toda la tarde y quiero meterte la polla en ese precioso culito que tienes.

Yo sonreí y asentí con cara de tonto.

No le dije que iba a ser mi primera vez, pero creo que se dio perfecta cuenta, dada mi inexperiencia.

Miguel me condujo a su dormitorio y me quitó la ropa lentamente, pasando la lengua por cada parte de mi cuerpo que dejaba a la vista.

Después se bajó los calzoncillos y me enseñó la polla más perfecta que yo había visto nunca. De hecho, era la primera que veía fuera de la pantalla de mi ordenador.

No pude evitar el ansia que me entró cuando vi su miembro viril en completa erección.

Me tiré hacia su polla como si hubiera encontrado un oasis después de una larga travesía en el desierto.

No había chupado una polla en mi vida, pero no me resultó difícil aprender.



Agarré con mi mano derecha sus testículos y con mi mano izquierda sujetaba el tronco del aparato de Miguel, mientras mi lengua recorría con suculentos lametones su precioso glande.

Miguel gemía de placer. Yo era un aprendiz, pero lo había hecho tantas veces en mi imaginación y lo había visto en tantas películas porno gay, que sabía lo que estaba haciendo.

Miguel separó la polla de mi boca y me levantó casi en volandas.

Me echó de espaldas sobre la cama, y me cogió mi polla con su mano.

Se inclinó y comenzó a chuparla de forma lenta y suave.

Yo cerré los ojos y pensé que era el momento más feliz de mi vida. Por fin me estaban chupando la polla.

Y lo disfruté, vaya que sí.

Pero mi inexperiencia me jugó una mala pasada.

No supe controlarme y al poco tiempo de que Miguel empezara a degustar tan suculento manjar yo sucumbí, y derramé todo mi semen en su caliente boca.

El orgasmo había sido impresionante. Me había corrido como nunca antes lo había hecho. Pero cuando el éxtasis pasó, un remordimiento penetró en mi mente.

Me había corrido demasiado rápido y en su boca. No le había avisado.

Levanté la cabeza y miré a Miguel, que estaba limpiándose el semen de sus labios. No estaba enfadado, sino sorprendido.

En voz muy baja, casi susurrando le dije:

  • Lo siento mucho. Es mi primera vez y no he podido aguantarme. Tendría que haberte avisado. Lo siento de verdad.

Miguel me miró y sonrió muy dulcemente. El semen le resbalaba por la barbilla mientras me decía:

  • No te preocupes que no pasa nada. Si que es verdad que prefiero que me avisen antes, pero es normal si es tu primera vez.

Se limpió la corrida de la cara con un pañuelo de papel.

Yo estaba avergonzado. No sabía donde meterme y pensaba que me iba a echar de su casa.

Entonces Miguel se volvió hacia mí y con una sonrisa tranquilizadora me dijo:

  • Ahora falto yo. Y ya que es tu primera vez, si quieres la podemos hacer especial del todo. ¿Quieres que te folle el culo? Si me dejas correrme dentro te prometo que te voy a chupar la polla otra vez hasta que te vuelvas a correr. Y seguro que sabes que la segunda corrida siempre da más placer que la primera.

Yo no pude articular palabra. Solo asentí con la cabeza.

Miguel se tumbó encima de mí y me besó en la boca. Notaba su polla dura aplastándose entre su barriga y la mía. Y sorprendentemente mi polla empezó a ponerse dura otra vez.

Después de un beso tan largo que pareció una vida entera de placer, Miguel me dio la vuelta de forma que quedé tumbado en la cama boca abajo.

Él se bajó hasta los pies de la cama y me agarró el culo con las dos manos. Yo no me di la vuelta para mirar, pero sabía perfectamente lo que estaba haciendo, porque lo sentía en mi piel.

Acercó su cara a mi culo. Comenzó a juguetear con su lengua en mi ano, lamiéndolo a la vez que intentando abrirlo con la misma.

Poco a poco su mano derecha se unió a los juegos acompañando a su lengua. Se chupó el dedo índice y me lo metió poco a poco por el culo.

Yo estaba sintiendo algo que no había sentido nunca. El placer de tener su dedo metido dentro de mí no era similar a una masturbación del pene, pero estaba experimentando nuevas sensaciones que me transmitían un placer sin límites.

Cuando me quise dar cuenta, en lugar de un dedo ya tenía dos dedos de su mano derecha dentro de mí. Yo me retorcía de placer, mientras que Miguel masajeaba con los dedos mi próstata, tan fácil de localizar como inexplorada hasta ese momento.

Poco a poco Miguel sacó sus dedos.

Agarró un bote de lubricante que tenía en su mesita y se puso una buena cantidad en la polla. Después se puso en los dedos y lo extendió por mi esfínter. Volvió a introducir en mi ano un dedo, repartiendo el lubricante por el interior.

El placer de un dedo lubricado era incluso mayor que el que sentí con los dos dedos anteriores. Yo estaba boca abajo en la cama, pero levantaba el trasero involuntariamente porque necesitaba que me follara de forma urgente.

Ya había probado la estimulación anal, y puedo decir que me encantaba. Me moría de placer.

Poco a poco Miguel sacó su dedo de mi culo, y se inclinó sobre mí. En ese momento comenzó a meterme la polla por el culo.

En un primer momento la sensación fue de dolor.

Su polla era muy gruesa. Mucho más que un dedo o dos.

Sin embargo, no quería que parara. Necesitaba que su polla estuviese dentro de mí.

Cuando Miguel me la hubo metido entera, fue cuando comenzó la mejor parte.

Poco a poco inició un lento movimiento de vaivén con sus caderas, sacando ligeramente su pene de mi trasero, para luego volver a meterlo hasta el fondo.

Miguel me estaba follando el culo con una delicadeza tan exquisita como si pensara que me iba a hacer daño por ser mi primera vez.

Sin embargo, después del primer dolor inicial, una vez mi esfínter se hubo dilatado y adaptado a su polla, yo estaba disfrutando de la follada como un loco.

Levanté la parte superior de mi cuerpo y giré la cabeza para intentar besarle. Él me rodeó el pecho con un brazo y me metió la lengua en la boca.

Su polla entraba y salía de mi culo de forma tan suave que yo ya había perdido casi la racionalidad.

El placer que estaba sintiendo no lo había sentido nunca. Su polla estaba masajeando mi próstata y durante el movimiento del coito mi polla se estaba frotando contra la cama.

No se cuanto tiempo estuvo Miguel follándome. Solo sé que todo el tiempo yo estuve transportado a otra dimensión de placer.

En un momento dado, los movimientos de Miguel se hicieron más rápidos y fuertes. Estaba claro que iba a correrse de un momento a otro. Gemía y gemía y yo solo podía hacer lo mismo.

De pronto noté un chorro de líquido que invadía mi culo por dentro.

Noté como Miguel sentía espasmos de placer, y yo simultáneamente tuve también un orgasmo tan fuerte como no lo había sentido nunca.

Me corrí al mismo tiempo que él. El masaje que su polla estaba haciendo en mi culo y sobre todo en mi próstata hicieron que no pudiera soportarlo más, y llegué a un éxtasis en el que casi perdí el sentido.

Miguel se paró y se acostó sobre mí.

Yo notaba su semen resbalando por mi culo, a la vez que su polla se iba saliendo poco a poco. Y también noté mi leche caliente debajo de mi barriga, manchando sus sábanas.

Cuando nuestras respiraciones se relajaron, Miguel se incorporó y se acostó a mi lado. Yo me di la vuelta y me abrazó pasando un brazo por detrás de mi cuello.

  • Lo siento – le dije- te he manchado las sábanas.

Miguel miró hacia abajo y soltó una sonora carcajada, diciendo:

  • Que capullo. Te has vuelto a correr mientras que te estaba follando.

Pensé que ese sería el final de mi aventura sexual con Miguel, pero lo que pasó a continuación me sorprendió. Y es que me dijo:

  • Pero yo te he prometido que te la iba a chupar hasta que te corrieras en mi boca. Estoy dispuesto a cumplir mi palabra. ¿Tú quieres que lo haga?

Yo no podía ni hablar, así que volví a asentir con la cabeza. Ya me había corrido dos veces y no me importaba hacerlo otra vez.

  • Pues vamos allá – dijo.

Sin moverme de mi posición, Miguel se incorporó y acercó su cabeza a mi polla.



Yo ya me había corrido dos veces aquella tarde y no sabía si podría hacerlo otra vez, pero en cuanto sus labios se cerraron sobre mi glande supe que no todo estaba perdido.

Miguel lamió y chupó mis huevos y mi polla. Y ésta se puso tan dura como si no hubiese pasado nada.

Poco a poco la lengua de Miguel despertó en mi cuerpo una serie de escalofríos de placer que comenzaron en mis huevos y me recorrieron de arriba abajo.

Volví a llenar de leche la boca de Miguel.

Y esta vez hizo algo que me pareció inaudito: se lo tragó.

Por mi parte tuve el tercer orgasmo del día, y fue el más intenso de los tres. Un hormigueo me recorrió todo el cuerpo como una descarga eléctrica de placer infinito.

Me temblaba todo el cuerpo.

Se me habían dormido las manos.

Pero había valido la pena.

Miguel sonreía y me miraba a los ojos mientras mi polla se desinflaba en su mano.

Y entonces me dijo:

  • Espero que tu primera vez haya sido especial. Aunque creo que lo ha sido, porque tres orgasmos en una tarde es algo difícil de conseguir.

Yo le dije como pude que había sido muy especial.

Poco a poco nos levantamos y nos vestimos. Yo me fui a mi casa a descansar, ya que estaba muerto.

Miguel se fue al día siguiente. Fue a la playa a despedirse de mí, y no lo volví a ver nunca más.

Pero nunca lo olvidaré.

La primera vez es una experiencia que nunca se olvida. Sobre todo, si tuviste tres orgasmos seguidos.

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